sábado, 19 de febrero de 2011

La política y la discapacidad: ¿Una relación servil?



Soy una persona que está involucrada desde hace 15 años en el mundillo de las organizaciones de personas con discapacidad, estando otros tantos años en la política de en general. Creo mi experiencia en todos estos años y mi formación académica, me autorizan a dar lo que se suele llamar una opinión cualificada sobre lo que os quiero contar.

Antes de nada, debemos pensar de qué visión de la discapacidad partimos.

Primero, hay que decir que, históricamente, la discapacidad se ha visto como una carga y no como una diferencia. Esto se ha visto incrementado en países con tradición religiosa, generando, (al menos en la tradición judeo-cristiana), sentimientos de culpa, compasión y resignación. Así, las primeras organizaciones y personajes históricos que se ocuparon de la discapacidad fueron religiosos. A medida en que estos países han ido asumiendo una postura más laica, esa cultura ha ido desapareciendo.

Hay que recordar también que, tras la II Guerra Mundial, se crea el concepto del Estado del Bienestar. Este nuevo concepto, al menos en parte, nace de la idea de atender a los mutilados de aquella guerra. De hecho, recientemente, el Licenciado en Historia, Grosor de la Universidad Carlos III de Madrid y Portavoz del Grupo Parlamentario Socialista en el Congreso de los Diputados español, Eduardo Madina, definió la discapacidad como uno de los pilares básicos de la socialdemocracia y por consiguiente del Estado del Bienestar.

También, en los años 70, en EE.UU, nace el Movimiento de Personas con Handicap, como movimiento reivindicativo de derechos civiles. Este movimiento, nace impulsado por los veteranos de la guerra de Vietnam. Coincidiendo incluso con el auge de otros movimientos como el feminista o el LGTB.

Por último, unido a todo esto, habría que decir el tipo de discapacidad de la que estamos hablando, ya que de ello dependerá también la visión social que se tenga y las políticas que se necesiten aplicar.

Bien, entre todo esto, ¿dónde ha quedado la discapacidad respecto a la política? En tierra de nadie y en tierra de todos. Me explico.

Desde el punto de vista del político. El colectivo de personas con discapacidad, puede ser reivindicado desde cualquier ideología política (siempre hablando de ideologías occidentales, ya que no tengo datos de otros sistemas como las teocracias de algunos países árabes o los gobiernos africanos):

- La democracia cristiana, hará énfasis en la concepción histórica de caridad y compasión, apostando por una concepción asistencial, aunque sea esta vez seglar. Bajo este prisma, los derechos no serán tales, sino que se verán, en la mayoría de casos, como concesiones y la persona con discapacidad será vista como objeto y no sujeto de la política.
- El liberalismo, verá la discapacidad como una cuestión casi exclusiva de Derechos Civiles, sin tener en cuenta las necesidades socioeconómicas y dejando a la iniciativa privada la atención a este colectivo.

- Los regímenes comunistas que aún quedan vigentes, en algunos casos, (China), ven a la discapacidad como un problema poblacional; mientras en otros, (países de Latinoamérica), se ha hecho una versión laica del sentimiento paternalista judeo-cristiano, viendo a las personas con discapacidad como objetos de protección del Estado.

Esto, creo que es extensible a cualquier Estado totalitario dependiendo de sus matices más o menos religiosos. Con excepción del nazismo, que directamente apostaba por la eliminación física de las personas con discapacidad.

- Por último, la ideología socialdemócrata, apuesta por un equilibrio entre Derechos Civiles, a través de las ONG`s de personas con discapacidad y Derechos Sociales o socioeconómicos, con mayor implicación de la iniciativa pública.

Si nos vamos a la otra parte, la parte asociativa, vemos que hay esta misma tendencia, pero de forma diferente y en la mayoría de las veces se intenta ocultar. Me explico.

Está claro que cada Asociación tiene su tendencia ideológica, por dos razones obvias:

1º.- Las Asociaciones, están formadas por personas y dichas personas tienen una ideología, esté esta vinculada a un partido o no.

2º.- Cada necesidad y cada tipo de discapacidad, lleva a una concepción diferente de las políticas a seguir. Así nos encontramos con:

- Asociaciones asistenciales, que se limitan a reclamar subvenciones para dar servicios a sus asociados/as.
- Asociaciones que apuestan por el autoempleo e incluso dedican parte de sus esfuerzos al ocio, en forma de deportes de riesgo o vacaciones.
- Asociaciones con sesgo religioso, basadas en el apoyo mutuo y la caridad.
- Asociaciones que reivindican mayor y mejor servicios públicos adaptados a las personas con discapacidad, siguiendo el principio de normalización.

Como vemos, la correspondencia ideológica es clara. Cada tipo de Asociación se corresponde con un tipo de política sobre discapacidad citada anteriormente. Entonces, la pregunta que cabría hacerse es: ¿Por qué no se admite o se intenta ocultar la tendencia ideológica de cada Asociación? La respuesta es clara y la he enunciado en el título: La dependencia de las subvenciones. Aquí, nos encontramos con tres panoramas:

- Las Asociaciones que se crearon para dar servicios a sus usuarios/as son la mayoría. Dichas Asociaciones han entrado en una especie de dependencia sin fin: La Administración ha delegado gran parte de sus funciones en ellas, para lo cual han necesitado cada vez más instalaciones y profesionales, para mantener esas instalaciones y profesionales necesitan más subvenciones, subvenciones que solamente pueden dedicar a mantener lo que ya tienen.

La consecuencia de esto es que convertimos a estas organizaciones en meras gestoras, con lo cual, cualquier atisbo de defensa de Derechos, es impensable. Esto es así por lo siguiente: Primero. Todos los esfuerzos de estas ONG`s estarán dedicados a la prestación de servicios. Segundo. Para prestar estos servicios necesitarán mantener las subvenciones que los sostienen, con lo cual, cualquier desencuentro con la Administración se verá como peligroso.

- Luego están las Asociaciones de personas con una menor discapacidad, que necesitan menos servicios y que además suelen tener grandes corporaciones sociales detrás. Estas organizaciones, suelen centrarse más en los derechos individuales y menos en los servicios públicos.

- Por último, nos encontramos con pequeñas Asociaciones, que no requieren subvenciones y esto les da más margen de maniobra para exigir tanto derechos sociales, como derechos civiles.

Con este panorama, en principio, la única salida para la mayoría de Asociaciones es callar para no perder subvenciones, ya que no es bueno morder la mano que te da de comer. Pero, seamos valientes y demos la vuelta al argumento.

Según la página web del CERMI (Comité Español de Representantes de Personas con Discapacidad), en España hay 3`8 millones de personas con discapacidad, agrupadas en más de 5.000 Asociaciones. Si a esto, unimos familiares y amigos/as, calculo que entre un 10% y un 15%, (sino más), de los votos en unas elecciones dependen de las políticas sobre discapacidad. Si a esto, unimos las personas dependientes, la cifra se dispara.

La pregunta que cabe hacerse es: Si tenemos semejante poder, ¿por qué tenemos tanto miedo? La respuesta es clara, por estas tres razones:

- Por un lado, este colectivo es muy heterogéneo, con lo que es muy fácil dividirnos según nuestras necesidades.
- Por otro lado, la discapacidad se vive como un problema, por lo que no se tiene interiorizado el exigir derechos, sino el solicitar servicios que se ven como concesiones.
- Por el motivo anterior, las políticas sobre discapacidad no se ven como políticas de primera, sino de segunda.

Yo propongo, centrarnos en políticas sobre discapacidad públicas, que cubran necesidades generales. De este modo aunaremos esfuerzos.

Por otro lado, propongo que exijamos que la Administración rescate la mayor parte de la atención secundaria, dejando a la iniciativa privada sectores muy concretos de atención subvencionándolos debidamente.

De este modo, las Asociaciones pasarían a ocupar un papel de control y consulta de las Administraciones, sin ocupar su tiempo en dar unos servicios que no les son propios.



Víctor Villar Epifanio.